Maquiavelo fue un gran psicólogo que supo captar como nadie la verdadera naturaleza humana. Es muy conocida su obra EL PRÍNCIPE, debido a que es breve, condensada y destila mucha sabiduría. mas extensa y desarrollando mucho mas las ideas de la obra anterior son los DISCURSOS SOBRE LA PRIMERA DÉCADA DE TITO LIVIO, de donde están extraídas las siguientes líneas.
Son pocos los que pueden declarar guerra abierta a un monarca, pero cualquiera puede conspirar contra él. Por otra parte, nada hay tan expuesto y peligroso como una conjuración, cosa difícil y arriesgadísima en todas sus partes. Por ello son muchas las que se fraguan, y muy pocas las que producen el fin con que se intentan.
Deben, pues, los príncipes aprender a guardarse de este peligro, y los súbditos meterse lo menos posible en conspiraciones, contentándose con vivir bajo el gobierno que la suerte les depare. Porque los príncipes que concitan en contra suya el odio universal tienen entre sus súbditos algunos más especialmente ofendidos y más deseosos de vengarse, deseo que crece en proporción a la general malevolencia.
Debe, pues, evitar el príncipe esta universal antipatía. Guardándose de ella, las ofensas individuales que cometa le serán menos peligrosas, pues se encuentran rara vez hombres tan sensibles a las injurias que arriesguen la vida por vengarlas; y aunque los haya con poder y voluntad de hacerlo, el general afecto que inspira el príncipe les impide realizarlo.
Los ultrajes que se pueden hacer a un hombre son en sus bienes, en su persona o en su honor. Respecto a los segundos, es más expuesto amenazar que ejecutar la ofensa. Las amenazas son peligrosísimas, y ningún peligro hay en realizar los ultrajes, porque los muertos no meditan venganza, y los que sobreviven casi siempre la dejan al cuidado del muerto. Pero quien es amenazado y se ve por necesidad en la alternativa de obrar o de huir, conviértese en hombre muy peligroso para el príncipe, como oportunamente demostraremos.
Después de este género de ultrajes, los dirigidos contra los bienes o la honra son los que más ofenden a los hombres, y de ellos debe también abstenerse el príncipe; porque a nadie se le puede despojar hasta el punto de no quedarle un cuchillo para vengarse, ni deshonrarle hasta el extremo de que pierda el obstinado amor a la venganza. De los insultos hechos a la honra, el más grave es el dirigido contra el honor de las mujeres, y después el vilipendio de la persona. Hay otro motivo poderosísimo de conjuración contra el príncipe, cual es el deseo de librar a la patria de la tiranía. (Discursos, 3, VI)
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